Cuando me dijeron que nuestro destino era el Jockey club de Río de Janeiro, me mal predispuse. Imaginé un restaurante rococo, con un mundo de viejos carcamanes y una cena de ceremonial y protocolo.
La llegada fue complicada de por si; un tráfico infernal que tenía prácticamente paralizadas las calles Cariocas y un taxista misógino que se peleaba con una de las personas que viajaban conmigo. Todo parecía indicar que la noche seria fatal.
El restaurante se llama Victoria, y técnicamente, serian tres restaurantes en uno; porque en el mismo lugar conviven una casa de Sushi, un restaurante italiano y otro de comida más informal y económica.
Bajo un mismo menú, se aglutina al más heterogéneo grupo de comensales que disfrutan, cada uno a su gusto, de un lugar familiar y descontracturado, donde los precios son razonables y la calidad buena.
Lo realmente distinto y digno de disfrutar es la cava y, por consiguiente, su carta de vinos.
Con una mayoría abrumadora de etiquetas Argentinas, el menú juega con los países, las regiones, cepas y precios para ir llevando al cliente a un punto de satisfacción.
Ni bien pedí la carta, vino el Sommelier y al verme Argentino me dio una breve guía por la oferta etílica de la casa.
Me acompaño a la cava y me contó, emocionado, que a principio de año había estado en Mendoza (invitado, claro está), visito un par de bodegas y se convirtió en un talibán de nuestra bebida nacional y orgullo.
Amilton se tomo el trabajo de mostrarme, casi con cariño, todas las etiquetas Argentas que dormían refrigeradamente y termino separando unas botellas para nosotros.
Para mi gusto en vinos, Amilton no es ningún improvisado; porque decidió que empezáramos con un Catena Malbec 2010 de Catena Zapata, vino que me gusta mucho y no me canso de tomar.
La verdad que es un pura sangre que no falla nunca y si uno quiere alardear de nuestros vinos es una gran opción. Con las copas cargadas ya era hora de pensar en la comida que acompañaría a nuestra bebida.
Primero llego una tarta de atún con salmón que estaba correcta. Muy buena presentación, pero que no era lo que mi paladar definiría como rico.
Después vino un Ceviche que estaba rico, pero no lo recomendaría como para ir a por él.
Aunque fue la última entrada la que se llevo mi mas profundo aplauso; un queso Brie cubierto de almendras crocantes y mermelada de Damasco que hizo explotar a mi Malbec, potenciándolo y haciéndolo tan irresistible que me lo termine sin miramiento alguno.
Todavía no había llegado a la mesa el plato fuerte y ya el vino brillaba por su ausencia. Fue ahí cuando Amilton llego con una botella en la mano para ofrecer el perfecto acompañamiento a mis Spaghetti con camarones, albahaca y tomates cherry.
Si esto fuera una película, la toma seria la de MI sommelier a contra luz, caminando en cámara lenta, con la botella en la mano y al pasar por debajo de un haz de luz, la etiqueta Misterio 1 de Alma Negra aparece para despertar el suspiro del público.
Cumpliendo todos lo puntos de lo que me gusta en un vino, este Alma Negra potenció mi comida y terminó de cerrar una gran cena, donde los vinos Argentinos ganaron por muchos cuerpos de distancia.
La cava del Jockey Club, es un buen ejemplo para los restaurantes que quieren hacer una marcada diferencia con el vino, incluso en nuestro país tendríamos que tomar el ejemplo.
Amilton fue otro de los puntos altos y un gran ejemplo para mí de lo importante que es un buen Sommelier.
Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)
Juan mayou (@juanmayou)
Ceviche |
Spaghetti con Camarones |
Tarta de Atún y Salmón |
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