viernes, 19 de julio de 2013

Las excepciones hacen la regla


Siempre odié comer en los hoteles. Al prejuicio y desconfianza, le sumo 20 años de viajante para haber logrado esta solida teoría. Una mezcla de "el que mucho abarca, poco aprieta", falta de verdaderos gastronómicos en el manejo y el hecho de tener un publico cuasi cautivo, me han dejado tantas malas experiencias que ya no quiero seguir probando o dar más oportunidades.

De visita en la capital trasandina, o Chile, como mejor se lo conoce en el mundo, termine parando en la casa de mis cuñados; parte para hacer una más que reconfortante visita social y familiar, parte para ahorrarme una pequeña gran fortuna en hospedaje, y así, poder comprar más cantidad y mayor calidad de vinos Chilenos para mi Cava.
Recién llegado y bastante cansado me preparé para una relajada cena familiar; pero a sorpresa de quien escribe, terminé sobre el auto de mi cuñado rumbo al hotel W a una cena de negocios (negocios de él, no míos, claro esta). Muy descortés sería refutar el lugar al que a uno arrastran, y como soy muy bien educado, aunque no lo parezca, me resigne y fui de chaperón, con el único propósito de tomar mucho vino.


En el cuarto piso del hotel, nos encontramos con NOSO, un restaurante de varios que ahí se encuentran, con una impactante Cava.
Nos reunimos con el resto de los empresarios y nos sentamos frente a un IPAD que hacia las veces de carta de vinos. La vitrina con botellas impactaba y la tecnología tentaba, pero las tres primeras etiquetas que pedimos no estaban. El vino, al fin llegó, mientras conocía a quienes compartían la mesa conmigo y la noche se encaminó mal al descubrir que uno de los comensales de origen alemán que hablaba con acento español era hincha de Racing club.

Un Alemán hincha de Racing, frente mio en la mesa, en Santiago de Chile; eso es tener mala suerte.

Puede que ello haya influenciado en la muy floja imagen que el primer vino me dejo. Un Casa Silva Los Lingues, Cabernet Sauvignon del 2011 del valle de Colchagua que fue una verdadera decepción. Sin cuerpo ni personalidad se extinguió antes de la llegada de las entradas.
El KusKus con salsa de oporto y conejo era un verdadero manjar, aunque el pulpo con puré de calabaza se llevo todos los premios; una verdadera entrada que estuvo muy por encima del segundo vino. Aunque mejor que el primero, este Tanao, Blend de Lapostolle del 2008 también me dejó con gusto a poco. Buena acidez, fruta madura, correcto y no mucho más.

El plato principal: Una costilla de cordero en salsa de vino con puré de papa y confitado de cordero, estaba ESPECTACULAR, sin desperdicio alguno; de no ser tan educado, podría haber pasado la lengua por el plato. Estuvo custodiado por dos buenos tintos. El primero fue un Chamán gran reserva de Viña Santa Cruz; este Carmenère fue realmente excelente, aunque desproporcionadamente caro, a esta altura de la noche valía la pena pagar cualquier precio por un buen vino, más teniendo en cuenta que íbamos por nueve etiquetas pedidas que no estaban.

El segundo acompañante del Cordero fue otro Carmenère, mejor aun que el anterior e igualmente caro. Este Maquis del valle de Colchagua y de solo 13,5% de alcohol me termino de alegrar la noche.
El cierre fue de la mano de un Syrah de Siebental llamado Carabantes que me mostró otra cara de esta cepa. Profundo, complejo y mantecoso se llevo de maravillas con los postres; una degustación de chocolates y un volcán que estaban "la muerte" como diría mi Madre.
La cuanta estuvo a la altura de la comida, elevada, pero NOSO es la excepción que confirma la regla, mí regla. Es saludable saber que todavía hay hoteles donde sus restaurantes están a la altura de aquellos que nos entregan platos apasionados y cuidados para hacernos un poco mas felices y bastante más pobres. 

Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)


jueves, 11 de julio de 2013

La samba es de ellos, pero el vino nuestro.

Dicen que las despedidas siempre son tristes; que partir es morir un poco y no se que otra sarta de estupideces. Cuando uno esta de viaje por trabajo, la despedida es 100% ganancia porque se vuelve a su país, su cultura, su casa, los suyos y, por sobre todo, a su Cava, para revisar que no se hayan tomado nada que no corresponda y empezar a pensar con que se llenan esos huecos que quedan por ahí y tanto lastiman al ojo y el alma.

Pero claro, hay que mostrar un lado humano y vamos a ponernos un poco sensibles, melancólicos y hasta egocéntricos. Porque vamos a hablar de los vinos que quedaron fuera hasta ahora, algunos porque el restaurante era tan malo que no me dan ganas ni de criticarlo y otros porque el restaurante era tan bueno que volví a caer en sus garras, pero ya había escrito sobre él y eso es periódico de ayer, como versa una canción centroamericana que no conozco pero sé que existe.

Una de las noches que salí a comer, y en esa oportunidad lo hice realmente bien porque repetí en Le Pré Catelan, comencé a pelearme con la carta de vinos. La feroz lucha era entre los nombres que me gustaban y los precios que me lo prohibían. En eso, el Sommelier se me acerca y comenzamos a debatir sobre que quería pero cuanto podía, hasta que en un ataque de sensatez me pregunto que plato iba a pedir; la cara del cristiano se congelo cuando la respuesta fue: "eso no importa", a lo que respondió sin dejarme pensar: "entonces risotto de frutos de mar".

Se irguió, me miro y me dijo: "Un blend Argentino que es complejo y nació para este plato, un vino de la bodega O'Fournier". Me emocione.
Hace muchos años atrás, fui a filmar a la bodega Fournier para hacer una historia sobre inversión extranjera en la Argentina durante tres días. No hace falta que cuente lo bien que la pase, tome como un loco y me comí todo lo que Nadia (@NadiaFO) ponía en el plato; pero el cuento va por otro lado.
En esa época el vino me gustaba mucho y lo tomaba de poco valor económico, pero lo que realmente importa es el termino RICO; el vino era rico, estaba bueno.
El ultimo día de filmación, después de haber grabado todo lo que se movía y lo que no también, estaba haciendo las ultimas imágenes en la cava vidriada mientras un grupo de turistas ingresaba para hacer degustaciones; en ese momento José Manuel Ortega, el dueño de la bodega, se me acerco con la mejor intención y me pregunto con su Españolísimo acento Español "y, que te a parecido?"
Mi respuesta fue un simple y patética: "esta muy bien, son RICOS". El señor Ortega me miro de una manera que no podía creer lo que escuchaba, "¿pero cómo, no te han gustado?"; yo intente explicarle que si me gustaban pero de vinos no entendía nada, a lo que él seguía sin entrar en razones que yo era un pedorro camarógrafo que realmente no entendía nada y ya me estaba molestando que este gallego (con el más puro respeto) me estuviera saltando sobre la cabeza para que yo dijera algo que lo calmara y realmente no me interesaba hacerlo porque no sabia que pasaba, sus vinos eran RICOS, ni más, ni menos.
En un momento se metió dentro de la cava, recuerdo un cuadro precolombino que colgaba entre las botellas que me encantaba y salió con dos copas en una mano y una botella en la otra. Descorchó, sirvió, me entregó una copa y comenzó a revolear el vino dentro de la suya mientras me decía: "siente, siente la nariz, como juega la fruta madura, siente esa vainilla". Para ese momento yo hacia lo que me decía sin poder dejar de pensar "gallego de mierda dejame filmar en paz que me quiero ir" (José Manuel, si lees esto sabé que te respeto como a pocas personas, pero es la verdad de lo que paso por mi cabeza en ese momento, sabrás perdonar).
En un momento seguí la orden de tomar y tomé. Justo ahí, el gallego me cagó la vida; descubrí que la boca tenia papilas gustativas que no sabía que existían y, por sobre todo, descubrí el vino. Ese delincuente me había dado a probar un Acrux 2002 que me marco hasta el día de hoy; ese día me enamoré del vino.
Este Bcux recomendado por el sommelier y que realmente había nacido para ese risotto de frutos de mar es mi pequeño homenaje al señor José Manuel Ortega que sin darse cuenta me enseño a tomar y me cagó la vida haciéndome un Talibán de la bebida nacional.


También existió un Cabernet / Syrah Australiano, producido por Bremerton en el 2007 llamado Matilda Plains que se llevo un 84 y, creo yo, lo agarre justo en el nacer de su decadencia.

Acompaño unas cintas con Ragú de cordero que no estaban nada mal, pero la atención en Mio Restaurante fue tan mala, que no vale la pena profundizar más.

El ultimo fue un Beringer 2009 producido por Founders Estate. Un zinfandel que me sorprendió y gusto mucho. Buen cuerpo, duro, potente, especiado, una prueba mas que los vinos Californianos me gustan.

Nos fuimos del mundo Carioca; Río de Janeiro quedo atrás y el país / continente seguirá trabajando, espero, para volver a sorprendernos en nuestro próximo viaje.
Por ahora, deberán conformarse con  nuestros vinos y la visita de Francisco.

Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)

miércoles, 10 de julio de 2013

Pura sangre Argentina, en Río de Janeiro

Cuando se organizan salidas grupales que exceden el número controlable de comensales, y más cuando no se conoce a todas las personas con las que se sale a comer, se corre el riesgo de ir a un lugar al que uno NO elegiría.

Cuando me dijeron que nuestro destino era el Jockey club de  Río de Janeiro, me mal predispuse. Imaginé un restaurante rococo, con un mundo de viejos carcamanes y una cena de ceremonial y protocolo.

La llegada fue complicada de por si;  un tráfico infernal que tenía prácticamente paralizadas las calles Cariocas y un taxista misógino que se peleaba con una de las personas que viajaban conmigo. Todo parecía indicar que la noche seria fatal.

El restaurante se llama Victoria, y técnicamente, serian tres restaurantes en uno; porque en el mismo lugar conviven una casa de Sushi, un restaurante italiano y otro de comida más informal y económica.

Bajo un mismo menú, se aglutina al más heterogéneo grupo de comensales que disfrutan, cada uno a su gusto, de un lugar familiar y descontracturado, donde los precios son razonables y la calidad buena.

Lo realmente distinto y digno de disfrutar es la cava y, por consiguiente, su carta de vinos.

Con una mayoría abrumadora de etiquetas Argentinas, el menú juega con los países, las regiones, cepas y precios para ir llevando al cliente a un punto de satisfacción.

Ni bien pedí la carta, vino el Sommelier y al verme Argentino me dio una breve guía por la oferta etílica de la casa.

Me acompaño a la cava y me contó, emocionado, que a principio de año había estado en Mendoza (invitado, claro está), visito un par de bodegas y se convirtió en un talibán de nuestra bebida nacional y orgullo.

Amilton se tomo el trabajo de mostrarme, casi con cariño, todas las etiquetas Argentas que dormían refrigeradamente y termino separando unas botellas para nosotros.

Para mi gusto en vinos, Amilton no es ningún improvisado; porque decidió que empezáramos con un Catena Malbec 2010 de Catena Zapata, vino que me gusta mucho y no me canso de tomar.

La verdad que es un pura sangre que no falla nunca y si uno quiere alardear de nuestros vinos es una gran opción. Con las copas cargadas ya era hora de pensar en la comida que acompañaría a nuestra bebida.

Primero llego una tarta de atún con salmón que estaba correcta. Muy buena presentación, pero que no era lo que mi paladar definiría como rico.

Después vino un Ceviche que estaba rico, pero no lo recomendaría como para ir a por él.

Aunque fue la última entrada la que se llevo mi mas profundo aplauso; un queso Brie cubierto de almendras crocantes y mermelada de Damasco que hizo explotar a mi Malbec, potenciándolo y haciéndolo tan irresistible que me lo termine sin miramiento alguno.

Todavía no había llegado a la mesa el plato fuerte y ya el vino brillaba por su ausencia. Fue ahí cuando Amilton llego con una botella en la mano para ofrecer el perfecto acompañamiento a mis Spaghetti con camarones, albahaca y tomates cherry.

Si esto fuera una película, la toma seria la de MI sommelier a contra luz, caminando en cámara lenta, con la botella en la mano y al pasar por debajo de un haz de luz, la etiqueta Misterio 1 de Alma Negra aparece para despertar el suspiro del público.

Cumpliendo todos lo puntos de lo que me gusta en un vino, este Alma Negra potenció mi comida y terminó de cerrar una gran cena, donde los vinos Argentinos ganaron por muchos cuerpos de distancia.

La cava del Jockey Club, es un buen ejemplo para los restaurantes que quieren hacer una marcada diferencia con el vino, incluso en nuestro país tendríamos que tomar el ejemplo.

Amilton fue otro de los puntos altos y un gran ejemplo para mí de lo importante que es un buen Sommelier.


Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)
Ceviche
Spaghetti con Camarones
Tarta de Atún y Salmón



martes, 9 de julio de 2013

Zaza, una nueva gastronomia en Brasil

Mis viejos recuerdos de la gastronomía Carioca se limitaban a comidas refritadas y rápidas para ir a la playa, el galeto seco e impasable, el frango a passarinho que después se necesitaban litros de no sé que para apagar la acidez o los espetos corridos que entregaban cantidad sin calidad alguna. De querer algo distinto, había que preparar la billetera e ir a lugares puntuales. Pero, por lo general, se comía muy mal.

Hoy, esta ciudad a superado su propia fama de sitio balneario y comienza a pelear con Sao Pablo por ser un punto gastronómico en este país/continente (se esta ganando un lugar, tampoco podemos comparar, seamos justos).

Zaza es un restaurante de Ipanema que merecería estar incrustado en el centro de Palermo, Buenos Aires. Un lugar que daría prestigio a cualquier zona de Lima, Perú o que seria una parte acorde en la zona rosa de Bogotá, Colombia.

Buen gusto, originalidad, alegría y servicio es lo que se respira al entrar a este divertido y ecléctico lugar.

Al sentarme en la mesa, lo primero que vi fue una leyenda en la pared que rezaba "Aquí se come sin culpa"; eso me predispuso bien, ya estaba listo para el gozo.

Sommelier no había, así que pedí la carta de vinos mientras miraba los detalles en la decoración y disfrutaba la creatividad ajena.


La carta llego rápida y querendona, con pocos conocidos y sin guía, pero la buena onda del lugar me llamaba a probar y disfrutar, así que ......


De la zona en Columbia Valley, producido por Michelle Wine nos llego un Columbia Crest Grand Estates.

Pedí este Merlot porque el otro día había un fuerte debate sobre esta cepa en twitter y desde entonces estoy con esa sensación de querer tomar ESE vino que me da la mejor referencia. Pero todo indica que hasta llegar a casa no va a ser.


Lo bueno de no ser un profesional en esto, es que puedo decir lo que pienso y siento sin compromiso alguno. Una de las pocas cosas que tiene de positivo el pagar y que no te paguen por algo es que el único compromiso es con uno mismo.


En boca me dio Cereza, chocolate, un fondo de vainilla y caramelo para un cuerpo medio que lo hacia muy ágil.

Mi pasión y amor es por los vinos con buen cuerpo, pero para una aventura este vino lo vale. Lejos quedó de volarme la cabeza pero con los 86 puntos que le di, esta mas que bien.

Con la música de fondo que el lugar tiene, Jazz o Bossa nova, todo al volumen perfecto para que nadie tenga que levantar la voz al hablar o hacer un sacrificio para entender al compañero de mesa, fui por la comida.

 El problema cuando todo te tienta es que el pedir algo es ganar uno y perder mil, así que me decidí por atacar un popurrí de entradas y platos pequeños para abarcar mucho y apretar poco.


*Arrollados de queso de cuajada con miel y dulce de naranja, la combinación que daba en la boca el queso con la mermelada eran infartantes y a eso se sumaba la textura aportando un punto más a favor de este plato.






*Ensalada de Quinoa, estaba muy bien preparada, justa, porción generosa y sabrosa.







*KusKus, estaba digno; o tal vez no es de mi paladar. Sera cuestión de probar otra vez, en otro lugar.





*Ceviche a la Peruana, extraordinario, brillante, nada que envidiarle a ningún ceviche Limeño. Lo único que me desoriento fue el pescado cortado en tiras en lugar de ser dados.





*Empanadas fritas de camarón con salsa de mostaza y miel. Lo mejor de estos mini platos; un camarón envuelto en la masa y frito con una muy suave salsa que acompaña al sabor en lugar de dárselo. Delicado y concreto al mismo tiempo.


Pero mientras todo esto pasaba raudo y fugaz por la mesa, o por sobre la mesa, el vino se agoto. El rey a muerto, viva el rey o un clavo saca otro clavo, cada uno le pondrá la heroica que mas le guste, pero yo me pedí un Francés como segundo y final tinto.

Este Blend Francés fue un fracaso para mi. Llego con la amenaza de una medalla de oro y otra de plata conquistadas en el viejo mundo, pero nada me dejo.

Muy flojo en nariz. Cuando me di cuenta de eso todos los miedos se presentaron y en boca se confirmaron. Le di 81 puntos por la duda que me genero la posibilidad de haber sido descorchado en segundo lugar y, de alguna manera, esto lo haya perjudicado.

Algún día tendré que sentarme con algún especialista en vinos Franceses que me enseñe a tomarlos y disfrutarlos, porque hasta ahora solo han sido golpes contra la pared.

Sospecho que a esta región no deben llegar los buenos por una cuestión de precio, pero para esto es mejor no traer nada, porque nuestros vinos literalmente los destruyen.

Decepcionado busque refugio sentimental en el postre; de chocolate, claro esta, porque si no tiene chocolate no es postre.

Brownie de chocolate amargo con helado de vainilla que no estaba nada mal y una torta, que para nosotros, los Argentinos, sería una especie de galleta esponjosa, con crema de arándano y helado de limón. Debo admitir que este ultimo realmente valía la pena.
El final fue un expresso con el detalle de la barra de canela para revolverlo.
Todo impecable, todo recomendable.
El toque final, antes de irme y pagar la no exagerada cuenta, estuvo en el baño, donde otra leyenda escrita en la pared me decía "A los 40 ya no se es joven, pero no quita ser irresistible"
Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)

lunes, 8 de julio de 2013

La Alegria no es solo Brasileña, pero casi

Las protestas sociales de los últimos tiempos me llevaron a la ciudad brasilera de Río de Janeiro.
Con lindos días y sin calores asfixiantes, desembarqué en la frontera entre Copacabana e Ipanema.

Los ataques de furia de la clase media habían quedado atrás, y mientras los trabajadores FIFA guardaban en sus valijas las maravillosas experiencias de la copa de Confederaciones, yo bajaba los cajones de equipos en el hotel pensando en donde comería esa noche.
Después de mucho meditar y buscar en Internet, elegí probar un restaurante que queda en el mismo complejo hotelero, por el cual las criticas de deshacen en elogios.

El restaurante se llama "Le Pré Catelan", y antes de contarles todo lo que comí, tome y pague, solo necesito decirles que es, simplemente, perfecto.


La vista de todas las mesas del restaurante dan a la playa de Copacabana, con una ambientación clásica y formal pero nada recargada que lo hace más que confortable. Bien insonorizado, con una atención especializada y nada cargosa, solo superada por la comida y la carta de vinos.

Mientras el Sommelier me traía la carta y comenzábamos la ardua lucha por elegir un vino blanco, trajeron a la mesa unos profiteroles con salsa de reducción de vino y un Foie Gras que realmente llevan a la gastronomía al éxtasis.

En ese momento de entrega total de mis sentidos y tras haber confesado al Sommelier mis gustos etílicos, me descubrí pidiendo un Catena Chardonnay del 2011 de Catena Zapata que me robo unos 91 puntos y me demostró, una vez más, que tengo que escuchar a los que saben cuando me recomiendan tomar más vino blanco.

La función del Sommelier esta mucho más que aprovechada en este lugar.  Un país prácticamente nuevo en el placer del vino, pero que consume mucho y tiene una intensa voracidad por aprender, no se puede desaprovechar. "Le Pré Catelan" lo entendió perfectamente y contrato a este señor, al que lamento no haber preguntado el nombre, que habla Portugués, español, Francés e Ingles y es un verdadero militante del vino, preocupado en complacer a los clientes a los que recomienda y guía cada noche.


La carta no contaba con gran variedad, de hecho eran no mas de 10 tintos y 5 blancos de cada uno de los países que ahí figuraban. Francia, Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos, Australia, Sudáfrica y Marruecos, en ese orden; aunque eran los espumantes los que coronaban la prolija encuadernación.

El Chardonnay se iba evaporando lentamente de mi copa cuando llego mi plato; Pechuga de Pato con Yuca empanada rellena de confitura de muslo de pato con una salsa agridulce de Malbec. Se que Gonzalo Pagés (@zooedipo) va a entenderme; el plato era pasional al 100%, una locura, realmente pornográfico, hacia mucho tiempo que no comía tan bien.
De postre, y solo para acompañar un poco a la botella que prácticamente bebí en soledad, me pedí un postre de chocolate, que era un bizcochuelo de chocolate, relleno de mouse de chocolate con frambuesas y bañado en chocolate amargo. Sin palabras. Solo chocolate.

La sobremesa fue relajada, con mi ultima copa de ese "majestuoso" y elegante vino blanco que me hizo compañía. Recordé cuando venia a trabajar a Brasil, hace unos 15 años atrás con mis antiguos jefes de la televisión Alemana, y nuestro periodista Johen (adicto al buen vino y un feroz proselitista de la parte vitivinicola de nuestro país) se pasaba la noche peleando porque le traían los vinos de la heladera casi congelados, o calientes por estar al lado de la cocina, o llegaban abiertos a la mesa; hasta recuerdo una vez que a un mozo se le rompió el corcho de un Montchenot y empujo hacia adentro la parte que le quedo en la botella, pretendiendo servir el vino de igual modo; todo esto en buenos y nada baratos restaurantes.

Brasil ha cambiado mucho en estos 15 años, tanto que la cerveza le ha dejado un pequeño lugar al vino y ese lugar, lentamente, se va llenando con calidad más que con cantidad.
Salud por Brasil y bienvenidos a la buena vida del vino; ojala que el año próximo nos encontremos brindando con un Val de Flores Malbec por la copa que Messi y los chicos levantaron en el Maracanã.

Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)