martes, 17 de septiembre de 2013

Un Atelier en La Habana


Con un bloqueo económico que viene desde Octubre de 1960, Cuba no solo tiene problemas para importar y exportar cualquier cosa; también, y por relación directa, no produce casi nada, haciendo muy difícil TODO.
De que vive el país? Increíblemente el mayor ingreso esta dado por la exportación de servicios (médicos que trabajan en el exterior; es verdad, no es un chiste), que le da un aproximado de 6.000 millones de dólares al año. Después esta el turismo, el Níquel y ahí nomas vienen las remesas que envían los cubanos del exterior para sus familias, unos 2.600 millones de dólares de los cuales el estado se queda con el 20% limpito.
De que vive la gente? El ciudadano? (terminología mortal para mi argentinismo, solo un militar puede ser tan cuadrado. Los nuestros y estos, porque mucha diferencia no hay) Pues viven de su ingenio y capacidad de reinvención; son gatos que siempre caen parados y la generación joven, los que están entre 30 y 40 años, son de una creatividad impactante; solo alcanza con ver a los artistas y aplicarlo a casi todo el cotidiano.
Paseando por las calles del Vedado, haciendo rally entre los pozos e intentando distinguir que pasa en la oscuridad por fuera de lo que descubre la luz del auto, llegamos a El Atelier
Un paladar armado en una casona estilo español, totalmente reciclada y decorada con una mezcla de clásico con obras de arte demasiado modernas y alternativas para mi gusto.
Alistado en la planta alta de la casa, consta de un gran salón en el interior, unas mesas para pocos comensales en un balcón y una espectacular terraza con varias plazas donde se puede disfrutar del clima caribeño. Para mí, esta terraza es lo mejor del lugar, por eso es un restaurante al que no iría si me toca un día lluvioso.
Demasiada penumbra para mi gusto y la música no es lo que yo pondría, mucho menos teniendo en cuenta que la mayoría de los comensales son turistas por encima de los 40.


La carta de vinos es escueta, pero es la constante en la isla entera, así que no vamos a criticar este punto. Mientras pensábamos que comer, elegí un vino francés de Baron Philippe de Rothschard, Bordeaux 2010 llamado Mouton Cadet. No me gusto nada. La verdad es que soy consiente de mi ignorancia para apreciar los vinos Franceses, pero a mi paladar no le gustan en general y a este lo sufrió. Creo que no voy a tomar más vinos de la tierra de mi abuelo hasta que alguien se haga responsable de darme uno “genial”. Porque no es cuestión de precios; este vino costo 40 dólares, por lo que en su tierra debe costar unos 15 dólares. Ni siquiera pagaría ese valor, mucho menos comparado con los que puedo tomar en casa a ese precio. 
De entrada llegaron tres platos para compartir. Unos rollos de salmón rellenos de queso crema y pasas de uva, deliciosos; el pescado fresco y la combinación en sus proporciones. Cinco rollos por porción, es un dato a tener en cuenta.
La combinación de jamón serrano también era muy buena. Llegado de España (no se pregunta nunca como entro al país), acompañado con quesos y aceitunas, es una posibilidad abundante y de calidad.
La tercera y ultima entrada fue la sorpresa de aguacate. Una suculenta y gigantesca palta o aguacate, acompañada de camarones salteados. Genial.
No es esta la primera vez que vengo al Atelier. Por eso me atrevo a recomendar pedir varias entradas, porque la verdad es que son todas muy buenas, mientras que los platos fuertes son muy dispares en calidad. De querer un  segundo paso, recomiendo el pescado del día en salsa de camarones y queso azul, es el que más me gusto.
El vino se termino, porque hicimos un sacrificio para que así sea, y se pidió una segunda botella para levantar el momento. De la bodega Concha y Toro de Chile, pedimos un Marques de casa concha del 2010 Merlot. El mozo sirvió de un solo movimiento la botella entera en las cuatro copas, que alegremente olvido cambiar y se fue antes de darme la oportunidad de tirarle con el corcho que nunca me dio. Así y todo, la atención del lugar es más que correcta.
No hace falta que comente la felicidad de todos los miembros de la mesa al tener un tinto con cuerpo, estructura y calidad en la boca. En ese momento este Marques nos pareció un Don Melchor por la comparación. 
Los platos de mis acompañantes fueron simples; un Pargo (pescado) a la parrilla con limón y vegetales que estaba muy bien y un filete de pollo a la parrilla que cumplió con lo que se esperaba de él.
Yo me quise hacer el osado investigador gastronómico y pedí una comida tan cubana como el Son; un plato de ropa vieja. Carne desmechada con cebolla y ajíes verdes. No fue una gran idea pedir carne de vaca en Cuba y mucho menos llegando de la Argentina, pero dicen que macho no es el que no probo, sino el que probo y no le gusto.  Ya probé y prefiero dejarlo así. 
El postre quedo pendiente para la próxima visita; pero usamos el tiempo que nos dio un par de cafés espresso para disfrutar del estrellado cielo Habanero y pensar que hacer mañana; porque no todo es comida en la vida, también esta el vino, que es mucho mas importante.


Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)

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