jueves, 5 de septiembre de 2013

Cuba y la contrarrevolución gastronómica


La historia Cubana es tan emocionante y compleja, que en gran parte parece una ficción escrita por José Martí, condimentada por Alejo Carpentier y llevada al delirio por Gabriel García Márquez; que si bien no es Cubano, tiene la loca imaginación para crear una realidad como la que conduce el cotidiano en la mayor de las Antillas. 

En pleno periodo especial, cuando la gente no tenía para comer (literalmente), el mundo supuso la desaparición del sistema comunista y la caída de los hermanos Castro, Fidel para ser honestos; pero un solo detalle que paso desapercibido a los grande genios que tan bien dirigen nuestros destinos, hizo que hasta el día de hoy todo siga en pie y los cambios comiencen a verse, tocarse y saborearse; la gente fue ese detalle menor.
15 o 10 años atrás, para los visitantes, comer en Cuba era una tortura. En los hoteles la gastronomía era pésima y sin importar lo que se pagara se comía MAL, ya fuera por la cocina (sobre todo en los hoteles del estado) o por la materia prima. Por fuera de los complejos hoteleros no existían restaurantes o cosas similares que permitieran al extranjero tener un pequeño escape; o si existían, eran tan pocos que no hacían diferencia alguna.
Ahí comenzó la contrarrevolución gastronómica. Los ciudadanos (como les gusta nombrar o denominar a la gente en este país gobernado y manejado por los militares), de modo ilegal, comenzaron a abrir paladares (restaurantes) en sus casas. El desafío no solo era estar a la altura de los comensales, también era el conseguir qué cocinar. Así se articulo, perfecciono y esgrimió un mercado negro tan ágil y eficiente (todo lo contrario a lo que el estado representa para los Cubanos), que el gobierno termino cediendo y legalizando a estos lugares gastronómicos. Claro, mejor lucrar con ellos que perseguirlos sin ver regalías impositivas. Eso se llama capitalismo culinario.
 
Hay veces en que los sistemas logran entender que son los seres humanos los que marcan el camino y no al revés. Esto es valido para todos los “modelos”, incluso en el primer mundo, no lo tomen como una simplista critica a Cuba.
Con el tiempo, los paladares se han ido profesionalizando al punto de que se pueden encontrar lugares de muy buen nivel.
Ese es el caso de Le Chansonnier, un restaurante que también se encuentra en la capital Francesa, pero en la Habana recibe a sus clientes en el barrio del Vedado; para mí, el más lindo de esta mágica ciudad.
En medio de la más absoluta oscuridad (el alumbrado público hace juego con los cráteres de las calles) llegamos a J entre Línea y 15. En una casa reciclada, que deja ver el buen gusto y lo importante que fue la clase media Habanera, encontramos este paladar que nos recibe con un señor de seguridad (cuida coches en mi barrio) que nos acompaña con una linterna hasta la puerta para evitar caer en uno de los pozos de la vereda, de un tamaño más razonable que los de la calle, pero peligrosos de igual modo. Una vez cruzado el portal se entra en otro mundo, ni mejor ni peor, distinto. Repartido en diferentes salones de variadas decoraciones y ambientaciones, se distribuye este afrancesado lugar donde la buena atención y gastronomía aporta un poco más de encanto a ésta capital caribeña.
La carta de vinos no da mucho margen para elegir, ya que todos dependen de la importación que a ese momento se haya logrado en un país que ya lleva 60 años de un embargo tan inhumano como poco efectivo, una reliquia de la guerra fría que aun hoy existe. Algunas etiquetas francesas y chilenas, un par de españolas y una de Nueva Zelanda fueron las que me recibieron.
 
El Pinot Noir de Marlborough, Nueva Zelanda, The Ned fue el elegido. A la distancia parecía una buena idea; hacia un calor terrible y como quería comer pescado, un vino ágil y fresco me resultó apropiado, pero no.  Sin cuerpo alguno, cereza y casi alimonado en boca lejos estuvo de gustarme. Al menos, por temperatura, fresco era.
El punto alto de la noche fue tratar de explicar al mozo que no hacía falta servir toda la botella después de ser descorchada (tapa a rosca en este caso, mis perjuicios a flor de piel le bajaron 5 puntos antes de probarlo). Fue en vano, casi tuve que chupar el borde de la copa para que no se desbordara; ni para brindar le dejó maniobrabilidad.
 
La comida fue un tema distinto. 

De entrada probé un queso Brie asado con cebolla caramelizada que estaba realmente muy bien, una combinación de sabores muy provocativo que cumple su objetivo, deleitar al cliente.
Para comer liviano pero sabroso, creo que el plato sería el pescado del día a las aguas locas, que esta noche era un Cherna salteado con tomate y cebolla acompañado de un arroz blanco.
Para comer bien, según MI paladar, EL plato es, fue y espero que siga siendo, el pescado (varia según la pesca del día) con salsa azul y camarones que llega acompañado de un ratatouille que no desentona con este manjar.
El pescado cocido en su punto justo, con una salsa que no escatima el queso azul y viene con sobreabundancia de camarones. Recomendable 100%. Un detalle, la salsa acompaña al pescado, no lo lleva flotando.
El vino había desaparecido por completo, porque como yo no discrimino me tomo hasta lo que no me gusta, y llegó el momento del café. Punto aparte en este tema. Cuba es un productor de café con excelencias mundiales, pero que comparte con Colombia el carma de país productor donde es difícil tomar buen café. Tendrán que aprender de Brasil, un buen paso seria importar sommeliers del brebaje. Digo nomás.
Como no me quería ir con ese sabor amargo al hotel (después decodificare si fue por el vino o el café), me vi obligado a ir por un postre y el elegido fue un excelente Cheesecake, que llego por descarte ya que no había nada con chocolate en la carta, pero que supero con creces las expectativas.
A pesar de los contratiempos, Le Chansonnier es una opción maravillosa para conocer la nueva gastronomía Cubana; defectos van a encontrar miles, pero virtudes y perspectivas infinitas también.

Eso si, recuerden que las tarjetas de crédito no existen en la isla de las fantasías y que para salir se necesitan billetes; en este caso, bastantes.

Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)





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