
Ese
encanto único de poder tomarse su tiempo para el placer, disfrutar las
sensaciones, lo olores, las texturas, los sonidos. Esa magia de poder compartir
ese momento de gozo que nos hace mejores y nos eleva; que según la compañía
creemos llegar al cielo y tocar a Dios, no siempre se puede dar con la
dedicación que nos merecemos y, de vez en cuando, necesitamos un rapidito
porque la vida sigue y los tiempos nos corren.
Cuando
eso pasa, descartamos los restaurantes tradicionales y buscamos un lugar de
comidas rápidas. Por lo general, en nuestro mundo capitalista y de masas, estos
lugares suelen ser tan industrializados, que muchos ponen en duda su calidad y
salubridad. En Cuba, por suerte o por desgracia (según para quien), estos
mecanizados templos de la gastronomía chatarra, no existen; pero sí aparecieron
los lugares de comidas rápidas.

Ahí encontramos
a Punto G, que en el fondo de una
casa tipo chorizo (Argentinismo para casas que se unen los ambientes por medio
de un pasillo), con la cocina a la vista, una mesa y una barra, se dedica a
vender desayunos, batidos y jugos, hamburguesas, bocaditos, tortillas y
pasteles. Todo a precios de moneda local. Cuba tiene dos monedas, una para el
turista que equivale al dólar y otra para los sueldos de los empleados públicos
que esta $25 pesos por billete imperialista. Pero a no entrar en pánico, porque
se puede pagar con los billetes para nosotros, los extranjeros al cambio
oficial.

Los bocaditos son buenísimos y varían sus ingredientes
según lo que se consigue en el mercado en ese momento. Hay dulces y salados.
Esta vez probé uno de piña y mango que estaba DELICIOSO realmente; como diría
una cubana que conozco, bueno en cantidad, ñoooo.

Las hamburguesas son, básicamente, como las
haríamos nosotros en casa... caseras. La sencilla arranca con una generosa
cantidad de carne picada, lechuga, tomate, cebolla y mayonesa; todo en un pan
casero medio dulce que le da un extraordinario sabor. Después viene el agregado
de queso, la que suma jamón y queso y termina la que tiene todo eso y dos
hamburguesas. Todo listo, todo armado para que no se tenga nostalgia alguna de
esos rapiditos que uno se hecha por ahí para seguir en la vorágine que suele
ser la vida nuestra. La ventaja es que este es un rapidito Habanero para seguir
recorriendo y disfrutando, lejos de los bancos y los jefes molestos.
Los
batidos son extraordinarios y también dependen de la
fruta o el helado que hayan podido comprar para ese día, pero siempre están a
la altura del momento. Si bien comer con una bebida que tenga leche no es lo
que más me tienta, me vi en la necesidad periodística investigativa de probar
un batido de mango y me gusto mucho; claro que está, para mí, es más cercano a un postre que una bebida. Así y todo, pulgar para arriba y si al paladar
caribeño lo hace feliz, adelante nomas compañeros camaradas, que en la panza
todo se mezcla.

Hay
otros lugares ahora, mucho mas producidos y arreglados, que están poniéndose de
moda; al que los turistas vamos y, con un poco de suerte, hasta nos cruzamos
con famosos del arte cubano. Tal es el caso de Chucherías, un lugar que mira al malecón y esta armado de una
manera tal que no desentonaría en lo mas mínimo si lo encontráramos abierto en
Miami beach. El concepto es parecido; sándwiches simples o elaborados,
hamburguesas, ensaladas y pizzas. Todo de muy buena calidad.
Los
batidos son un clásico del lugar, aunque aquí si tienen tragos y cervezas; el
publico es distinto y el consumo cambia. Lo mejor? El capuchino; hasta ahora,
el mejor café que me toco probar en la mayor de las Antillas.

Sea con
el tiempo y la dedicación necesaria; o sea un rapidito porque otra opción no
queda, la idea es pasarla bien y gozar. Lo bueno de la Cuba de hoy, es que ya
hay mercado para todos; falta y mucho, pero el camino esta marcado y los
cubanos hacia ahí van. El punto G de su gastronomía se ha despertado.
Dios Toma Malbec
Juan
mayou (@juanmayou)
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