lunes, 14 de julio de 2014

Cavist, el sueño del pibe


Cada uno tiene un sueño, un ideal, una fantasía. 
Para algunos es tener un bar en la playa, para otros unos viñedos en la montaña, para la mayoría es volverse millonarios y no trabajar más (solo los políticos lo logran); pero para mí, es ser el dueño de una vinoteca – restaurante como Cavist tiene en Brasil.
Si bien ya tienen cuatro sucursales; la que está enclavada en Ipanema, Río de Janeiro, es la materialización de mi fantasía laboral. Una casona de dos plantas da vida a este maravilloso concepto de Vinoteca – Restaurante. Sí, te vendo el vino y además te doy de comer.
Cuando se cruza la puerta, uno puede encontrar un pequeño salón en forma de ele, con no más de 8 mesas y un pasillo que da lugar a la vinoteca; para comer lo mejor esta en la planta alta por el ambiente y la intimidad, además de una terraza espectacular que da a una gran plaza.
El santuario etílico, representa el 70% del espacio que tiene la planta baja y le da esa magia a este sitio en Brasil que muchos soñaríamos con encontrar en Argentina a la hora de ir a comer. El sistema es muy simple, el lugar no necesita una carta de vinos; directamente se elije la botella a beber entre blancos y tintos de Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos, Francia, Nueva Zelandia, Australia, Sudáfrica e Italia y te la llevan a la mesa unos minutos después con la temperatura justa. Si me quedó algún país y sus etiquetas sin nombrar, es porque tenía tanta adrenalina corriendo por mi cuerpo que por momentos se me nublaba la vista y me faltaba el aire por ver tantos buenos vinos juntos de tantos países diferentes.

Los vinos, no tienen recargo en el precio por ser tomados en el restaurant; es decir, uno paga lo mismo por comprar la botella en la zona “vinoteca” para llevar a casa, que para tomarlo en la mesa de la zona “restaurant”; eso es un alivio, porque la recarga impositiva que tienen los vinos y sobre todo los Argentinos (según tengo entendido el arancel es del 65%), hace que los números sean dolorosísimos a la hora de disfrutar una botella de nuestra bebida nacional.

Miré todo y perdí más de media hora intentando decidirme por cual tinto elegir para disfrutar de esa cena post Mundialista. Finalmente mi Argentinismo sinsentido y futbolero se volcó por un Malbec, un Catena 2011 que estaba una gloria y que se evaporo en medio de la charla, el estudio de la carta y una panera de genialidades caseras embebidas con aceite de oliva y queso provolone.  Así empecé, en medio de gritos y festejos teutones, a ser un Argentino feliz por el papel desempeñado en la copa y perdido en el país de la samba; porque la alegría no es solo Brasilera, no mi amor y mucho menos teniendo vino.
Como llegaba la entrada y el vino se había ido más rápido que proyección de Di María, hice una nueva incursión a la Cava y siendo fiel a mi paladar, fui a por otro Malbec, esta vez un Zuccardi Q del 2011. Debo admitir que los vinos de esta bodega, en lo personal, cada vez me gustan más y fue una gran revelación para los NO Argentinos que me acompañaban. Un extraordinario embajador de nuestros vinos y en particular del Malbec.
La entrada fue una Burrata (un queso consistente por fuera y cremoso por dentro) que rondaba la perfección; en su momento justo, ni dura ni blanda, una MARAVILLA con oliva y albaca que desapareció junto a las tostadas de pan francés con aceite de Oliva y ajo que la acompañaban.
Casi al mismo tiempo llego el Carpaccio de Rosbif con mostaza de Dijon que mostraba estar la altura y que termino de ser el perfecto compañero de nuestro tinto, que también desapareció.
Los platos principales tardaron en llegar lo justo y necesario como para que, una vez más, bajara y eligiera la tercer botella a ajusticiar. 
Esto demuestra lo saludable de nuestra bebida nacional, porque el ejercicio que hice esa noche .......
Ante los reclamos por mi nacionalismo o poca objetividad en vinos, además de la insistencia del sommelier por dejarme tentar con algún transnacional (la verdad me trato de enchufar un vino Brasilero y lo mande a la mierda), simplemente me cague en todos, hice lo que mejor hago que es lo que yo quiero y quemando las naves pedí un Angélica Zapata Cabernet Sauvignon 2009 que valía más de tres veces el valor que solemos pagar en Buenos Aires. Angélica, una dama elegante, educada, equilibrada y descomunalmente linda (la amante perfecta, la que todos quieren), fue la encargada de provocar el silencio en la mesa y el gozo culinario de los platos principales.
Los Fetuccine a los cuatro quesos envueltos en Parma estaban realmente deliciosos, una bomba gastronómica difícil de digerir en una noche normal, pero con un buen vino Argentino en la copa y siendo consiente de que lo mejor es volver caminando a casa, hotel, casa rodante o auto estacionado en Copacabana es una opción maravillosa; una delicia.
Si por pastas vamos y necesitamos algo más controlable pero de igual grado calórico, los Fetuccine con Ragú de chorizo de jabalí son soberbios. De verdad maravillosos. Un plato que pide a gritos un vino a la altura. Este dato me dio a fantasear un chef creando la carta según los vinos del lugar. Cosa imposible teniendo en cuenta la cantidad y variedad de etiquetas que Cavist ofrece.
Otra gran selección del menú y que con el Cabernet Sauvignon parecían amantes conocidos, es el File Mingón con risotto de Brie y crocante de Parma. La carne en su punto, tierna y sabrosa (no muy común en Río), el risotto excelente y el toque del crocante de Parma dando un plus de sabor y textura, lo hacen uno de mis platos favoritos del lugar.
Como el dicho sentencia que “no hay dos sin tres” (esta vez no se nos dio, será la próxima), pensé que también era valido para un “no hay tres sin cuatro” y fui por ultima vez a la cava a elegir un vino para el postre, porque no me quería quedar con una resignación frustrante parecida a la de Robben con Mascherano por no tener mi tinto de despedida.
Así fue que, con cargo de conciencia por no escuchar el clamor popular, di el brazo a torcer (pero no tanto) y elegí un Cabernet Sauvignon Chileno de la bodega Undurraga. El T.H. (Terroir Hunter) 2011 del alto Maipo fue un cierre genial para acompañar lo dulce de la velada; porque con algo tenía que intentar endulzar ese fin de jornada.
La noche la cerro un Petit Gateau de Nutella con helado de vainilla sobre un praliné de almendras, que estaba muy bien. Nada para volverse loco, pero un muy rico postre. 
Claro que mi favorito fue la Mousse de chocolate con crema inglesa, ese sí fue un postre genial. Cremoso y no empalagoso que de solo recordarlo me dan ganas de volver; podría decir que, para los fanáticos del chocolate, es un postre personal no apto para segundas cucharas.
Es necesario tener en cuenta que los platos son de porciones generosas y que siempre es mejor compartir y variar, a morir haciéndose el macho. Sobre todo si se quiere hacer entrada, plato y postre.
La copa del mundo termino. Gozamos, disfrutamos y casi pudimos darnos el lujo de dar nuestra tercera vuelta olímpica en el estadio Maracaná. Para muchos una frustración, una desilusión o una tristeza; pero en honor a la verdad, mis queridos hermanos, nosotros les estamos dando la oportunidad de brindar con el mejor vino del mundo, el Argentino. Eso sí, para brindar con copa, o se la pedimos prestada a los Alemanes, o esperamos otros cuatro años a ver que pasa. 

Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)

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