viernes, 20 de septiembre de 2013

La sangre tira, la historia manda


El maravilloso grupo de música cubana, interactivo, tiene una canción que reza “no entiendo nada, no entiendo nada, esto es Miami? O esto es La Habana?” La Habana es La Habana y de eso no cabe ninguna duda, porque en lo único que se asemeja con la cuidad del shopping y las playas, es en los cubanos que viven de ambos lados. Claro que la canción se refiere a la cantidad de gente que esta volviendo a la isla, y en ese regresar no solo aparecen las caras conocidas, también viene la inversión.
Porque gran parte del lento renacer social que se ve hoy día, viene de la mano de estos repatriados, sea físicamente o de capital; aunque no se llevan la exclusividad.

Paradójicamente, yo estoy haciendo la cobertura de la supuesta salida record de las personas hacia otros países (léase EEUU). El tiempo dirá si se van definitivamente o si solo están aprovechando la apertura migratoria que Raúl Castro puso en marcha, para dar un paseo, visitar familiares, comprar cosas, ganar dólares y volver a la salsa y el Ron.

Cuba, como casi toda América, fue descubierta, conquistada y colonizada por los españoles; independencia de por medio, franceses e ingleses rapiñando y después los Estados Unidos en una puja más que conocida, son parte de la historia en esta isla. Al parecer, hay partes de España que se enamoran más que otras de este lugar en el mundo y todo indica que los de Asturias se llevan las palmas.
Mirando al Malecón, en la zona de centro Habana, en un edificio de dos plantas que destaca por ser una joya en medio del deterioro bestial que el mar y el tiempo han hecho en sus vecinos, se encuentra, desde 1929, la sociedad Asturiana. En el año 2010, ante los cambios que se venían y para no quedarse afuera, abrieron en el primer piso una taberna a la cual nombraron Castropol y atiende en un gran salón con un poderoso aire acondicionado, o en la terraza (exclusividad para 5 afortunadas mesas), a temperatura ambiente pero con una vista sublime.
En este lugar se come bien sin joda y la atención es muy buena e incluso divertida, dependiendo del mozo que toque; porque algunos de ellos son un programa en si mismo.
La carta es la de mayor variedad que me toco hasta el día de hoy durante mis derroteros por el socialismo Castrista. Por ese motivo, y porque en el fondo soy un vago, les voy a recomendar lo que creo es ineludible de esta taberna (me encanta el termino Taberna). 
La llegada viene acompañada de un vino tinto, porque sin vino no hay comida. Ya un poco molesto de no encontrar etiquetas Argentinas (no solo por nacionalismo, son realmente los vinos que más me gustan), pedí lo mejor que había en la carta. Otra vez un vino chileno de Concha y Toro; un Marques de Casa Concha Merlot 2010. 
Le falto un poco más de frio, pero estaba excelente como siempre y más en un país donde se esta volviendo difícil tomar buen vino.

Las entradas son muchas, variadas y de calidad, pero tanto los royos de Salmón rellenos con queso crema y pasas de uva con salsa dulce, como los rollos de jamón serrano rellenos de queso crema con cilantro son una obra de arte. Ojo que pedimos una porción de cada uno y, entre tres, nos tocó un tremendo misil (expresión local, yo nunca seria tan chabacano) que si se es de poco comer puede dar cuenta de uno.
Después llegaron los platos; el primero fue un Pargo a la sartén con salsa de pesto. Sabroso y suculento, nada sobrecargado y con el pesto que aportaba sabor sin desmedro del pescado. De porción abundante y elegante.
 
El segundo plato fue otro Pargo, pero este estaba preparado con una costra de almendras y frutos secos con salsa de alcaparras; el mundo se detuvo, un pecado perdérselo.
Yo, de original nomás y por recomendación del mozo, fui a por un pescado ibérico que no era Pargo, era un Aguají. El Ibérico era el pescado hecho a la plancha, con crocante de jamón serrano, todo sobre un colchón de cebollas al vino tinto. Hace falta que les haga algún comentario? Solo puedo decir dos cosas, si su vida, en algún momento, tiene un punto de encuentro con esta isla, vayan a comer a esta taberna y lo otro que les quería decir es que si así cocinan los españoles fuera de España, entonces soy yo el que tiene que ir a la madre patria a entrar el diente; porque ahí, seguramente, vino no va a faltar.
El postre fue anecdótico pero sabroso; un Cheesecake al que solo probé porque cuando metí la cucharita casi me arrancan los dedos, así de bueno estaba.
Me fui esquivando obreros (en la planta baja están por abrir una panadería artesanal) y pensando en como convencer a mis jefes para pasar unas semanas trabajando en la tierra de nuestros descubridores, algo ya se me ocurrirá, mientras tanto …… a seguir gozando.


Dios Toma Malbec
Juan mayou (@juanmayou)


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